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CHESPIRITO

ALGUNOS DÍAS DESPUÉS

Publicado: 2014-12-06

“Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo”, escribía el gran Jorge Luis Borges en su poema “Una Oración”. Lucidamente nos expresaba la supremacía del afecto sobre la admiración. O quizá que aquel origina a ésta. “Bueno la idea es esa”. Como ven, es inevitable impedir brotar una de las tantas frases con las que Chespirito pobló nuestra niñez. Y es que todos los días, al terminar nuestra jornada, dejábamos de lado el peso de las angustias y sin sabores de la vida, para reír de esas torpezas que sólo el genio dotaba de ternura e inocencia.

Se nos fue Roberto Gómez Bolaños, y con él una forma de hacer reír que no necesitaba echar mano de la malicia o del doble sentido. Siendo de origen humilde, todos los personajes, que él mismo creó y encarnó, tenían la virtud de hacerse sentir tan cercanos a nosotros, de tan humanos que eran. Ahí estaba el niño pobre y sin familia del barrio, luchando contra el hambre y la tristeza, a punta de inagotable buen humor. El Chavo era esa parte nuestra que se niega a tomarse la vida demasiado en serio, para no llenarse de amargura y desesperanza. Atrincherado (como en su barril) en esa elementalidad del alma, podía darle un coscorrón a Kiko o a don Barriga, pero en el fondo les tenía mucho cariño, y ellos también lo sabían.

Fueron esos personajes, construidos sin querer queriendo (y los capítulos de sus programas) que se volvieron tan entrañables que nunca sabían a repetidos. Después de ver las muestras de emoción y dolor de sus compañeros de la vecindad, ahora estoy seguro que esas querellas, por la autoría de algunos de estos personajes, fueron impulsados por terceros. Creo firmemente que el buen Chespirito, escribiendo y escribiendo libretos, nunca tuvo tiempo para estas mezquindades. Y sobre todo, porque un corazón que siempre se negó a envejecer, no puede albergar ningún tipo de rencores.

Y si hablamos de personajes, fue uno en especial el que marcó y coloreó mi niñez. En efecto. Debo haber visto, sino todos, casi todos los capítulos del Chapulín Colorado, el súper héroe de tercer mundo, como él mismo solía llamarse. Con mi hermano lo veíamos en el viejo televisor que nuestro padre compró con motivo del mundial España 82. Nos matábamos de risa de las adaptaciones que el genial cómico hacía de las grandes obras literarias, y de los más célebres personajes de la historia.

Precisamente, una de sus virtudes era mantener la esencia de los hechos (y de las personas), aún volviéndolos tremendamente divertidos. Por ejemplo, recuerdo vivamente el capítulo sobre Cyrano de Bergerac (interpretado por don Ramón), acomplejado por esa enorme nariz, que lo llenaba de miedo de que la bella Roxana lo rechazara. No sé porqué me he visto reflejado en el poeta espadachín, e incluso he escrito sobre ello. Pero fue Chespirito quien me motivó a leer la obra del poeta francés Edmond Rostand, y otras muchas más.

No es exagerado entonces suponer que estos hilarantes capítulos despertaban la curiosidad por leer de muchos de sus televidentes, convirtiendo a su autor (de nuevo sin querer queriendo) en un gran maestro. Posteriormente, viajé a Lima y se terminaron las tardes de Chespirito junto a mi hermano. Luego vendrían otras historias, otros anhelos, pero cada uno de los capítulos del súper héroe de rojo, con sus antenitas de vinil y con su escudo de corazón, permanecen hasta hoy, como una de las épocas más felices de mis primeros años.

Y es así como he querido recordar y homenajear a ese genio que acompañó mis días (y las de millones de seres del mundo). Aquel que hizo la vida mucho más llevadera, contribuyendo a que no muera el niño que todos llevamos dentro. Volviendo a mirar sus programas siento que si existen personas tan admirables, deben ser una muestra de que Dios existe, y también tiene corazón de niño. Quizá si tratáramos de ser y de vivir como nos lo enseñó el gran Chespirito, no existiría tanto dolor y tristeza en el mundo. Ahora debes estar divirtiendo a la corte celestial en el cielo, pero te quedarás entre nosotros, y entre muchas generaciones más.


Escrito por

Billy Crisanto Seminario

Buscador incansable de la verdad. Temperamental y apasionado. Deprimido a ratos, sin embargo me llena de dicha contemplar las estrellas. Cuando me siento mal vuelo al mundo de la fantasía donde encuentro a mi musa a quien colmo de amor y luego...simplemente es


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marginal777

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