Es muy fácil condenar a priori a uno de los dos bandos que se están matando en la franja de Gaza. Es aún más fácil quedarse callado por el temor a sufrir una andanada de críticas, con la gratuita acusación de antisemita. Sin embargo, las terribles imágenes de niños asesinados en el campo de batalla no pueden desaparecer fácilmente de la mente ni de la conciencia. Aunque la desproporcionalidad de los ataques israelíes merece toda nuestra condena, mucho más repudio (y castigo) se han ganado, además de los ejecutores, los ideólogos de este feroz asesinato de población civil indefensa.

Utilizar la victimización judía, como lo hacen algunos de sus defensores, apelando incluso a los horrores del holocausto, es maniqueísmo. Todos condenamos los asesinatos nazis de inocentes por el sólo hecho de pertenecer a una raza. Sin embargo, todo parece indicar que cada vez más se parecen a sus verdugos, en una cruenta venganza contra los palestinos. Porque aquí estamos hablando de crímenes de lesa humanidad, tanto por parte de Hamas, como del el ejército israelí. Y así como en Núremberg los cabecillas nazis fueron juzgados y sentenciados, igual debe suceder con los responsables de este baño de sangre.

Sin embargo, también hay grandes responsables poco mencionados en las noticias. Nos referimos a quienes han convertido a Israel en una enorme base militar para defender los intereses políticos y económicos de Estados Unidos y de sus aliados. A cambio le ha dado a este país patente de corso para matar a diestra y siniestra. Por ello no debe sorprendernos que Barack Obama (el otrora demócrata progresista convertido hoy en fantoche), haya responsabilizado únicamente a Hamas de este conflicto, callando en mil idiomas la masacre perpetrada por su aliado y protegido. Tan envalentonado se siente éste que ha llegado al extremo de atacar instalaciones humanitarias de la ONU

Nadie en su sano juicio puede aprobar el lanzamiento misiles ni los túneles de Hamas. No obstante, hay que diferenciar a este grupo terrorista de la nación palestina que sólo quiere vivir en paz, y que paradójicamente está sufriendo las peores consecuencias de esta guerra. Nuestras comunidades andinas padecieron una situación similar durante la lucha armada. Cercadas por las hordas de Sendero Luminoso por un lado, y de los sectores represivos del ejército por el otro, pagaron con su vida la ansiada pacificación. Así también el pueblo de Gaza vive entre el acoso y la intimidación permanente de Hamas, y lo masiva e inclemente masacre lanzada por el ejército de Israel.

En efecto, La verdadera tragedia del pueblo palestino es la llegada al poder de los sectores más fundamentalistas y ultranacionalistas. Nunca como ahora, los halcones judíos y los fanáticos de Hamas se han ubicado en posiciones claves del gobierno. Sin embargo hay una diferencia. Israel tenía que cuidar una imagen, acaso mal ganada, de un estado democrático cercado por tiranías árabes sostenidas en el fanatismo religioso o en el petróleo. Con todo, la población de la franja de Gaza hacinada y desempleada, ahora tiene que ver el doloroso espectáculo de ver morir a sus hijos más indefensos. Cómo construir un futuro en esta zona del mundo castigada por Yahvé y por Mahoma, invocados por dirigentes hambrientos de sangre.

A manera de reflexión citaremos una frase de nuestro premio nobel Mario Vargas Llosa, a quien no se le puede acusar ni de una migaja de antisemita, con motivo de un ataque israelí anterior, incluso menos feroz que el actual. Escribió (entre otras cosas), en ese entonces lo siguiente. “…La verdad de los hechos es que, por más feroz que haya sido el castigo infligido por el Ejército de Israel a Gaza, y precisamente debido al sentimiento de impotencia y odio por lo ocurrido del millón y medio de palestinos que viven hambreados y medio asfixiados en esa ratonera, lo probable es que, una vez que el Tsahal se retire de la Franja y se restablezca “la paz”, las acciones terroristas se renueven con nuevos bríos y un deseo de venganza atizado por los sufrimientos de estos días”. Ante tan dramáticas como lúcidas expresiones, sólo queda exigir que la comunidad internacional cumpla con el deber moral de juzgar a los responsables y restablecer la moribunda esperanza en este flagelado lugar del mundo.