Desde Túpac Amaru hasta Simón Bolívar, fueron muchos los precursores y próceres de nuestra independencia. La mayoría de ellos respondió con valor a los desafíos de su época. La patria exigía combatir en su defensa, incluso entregando la vida, y ellos la entregaron, ganándose nuestro sentido homenaje. Pero hoy vivimos otros tiempos. Nuestro territorio ya no sufre una artera amenaza por parte de países extranjeros, por lo tanto los desafíos son diferentes. Hoy vivimos otras dependencias de las que es necesario emanciparse. Nos referimos a cadenas interiores que nos impiden realizarnos personalmente, y construir esa patria grande que soñaron sus fundadores.

Las dependencias que sufrimos en estos tiempos se operan en el ámbito de las mentalidades y de las actitudes. Hablamos de la opresión mental, la cual se manifiesta en varios frentes. Uno de éstos es el conformismo. Una tara que nos paraliza, manteniéndonos en el atraso, pues nos hace perder el espíritu de superación que ha caracterizado a los pueblos prósperos. Pero no todo está perdido, pues es alentador observar a peruanos que, navegando contra la corriente, han demostrado un espíritu de emprendimiento que les ha permitido surgir de la nada. Quizá las experiencias donde tenemos que valernos por nuestra propia cuenta, nos cambian esa mentalidad que anteriormente tendía la mano para recibir todo fácil

Una de las más graves sujeciones que sufre el Perú data ya de varios siglos, y no pudo ser abolida luego de la gesta emancipadora que culminó en 1824. Si bien nos liberamos del yugo español, no obstante, ingresamos a otro tipo de dominio político que es mucho más difícil de vencer. Se trata de la predominancia de gobernantes autoritarios, incapaces y corruptos. Veamos. Salvo contadas excepciones, los gobiernos que hemos sufrido han mantenido o ahondado la pobreza y las desigualdades. En la mayor parte de los casos es porque surgieron hipotecados a grandes intereses económicos. Los escandalosos saqueos del erario nacional y el aplastamiento de todo tipo de protesta de los sectores excluidos, han sido la constante de nuestra república. Dentro de este círculo vicioso, en algún momento estos mismos gobernantes se convencieron de que el medio más efectivo de conservar su poder era manteniendo sub educada a la población. Y no se equivocaron, pues así como una buena educación libera, una deficiente, genera habitantes con ese carácter pasivo e indiferente que ha permitido las más infames corruptelas, y los más indignantes enquistamientos en el poder.

Dentro del contexto arriba descrito, una reflexión fundamental con motivo de la celebración de la independencia es la siguiente. Cada gobernante o autoridad que logra adormecernos, a fin de que pueda robar y aumentar su poder, en la práctica nos mantiene sometidos y dependientes. En algunas ocasiones no somos conscientes de este dominio, pero en otras, lamentablemente, lo hace con nuestra aprobación y aplauso. La consecuencia extendida de esta pasividad y permeabilidad para con los gobernantes ha sido la institucionalización de la corrupción en casi todas las estructuras del Estado. Este mal histórico se ha convertido en un cáncer difícil de extirpar, por cuanto infiltra casi todas nuestras instituciones. Pero aquí no terminan los males, por cuanto el daño producido por este flagelo, además de económico, ha minado enormemente nuestras bases cívicas y ciudadanas. De esta manera, hemos llegado a interiorizar el carácter de algunos “males necesarios”, como por ejemplo, la aceptación (o resignación) de que los gobernantes roben, siempre y cuanto realicen obras.

Sin embargo, aquí también hay motivos para mantener la esperanza, pues en los últimos meses se está produciendo una razia en muchos gobiernos regionales y locales con serios indicios de corrupción. Éstos se ha llevado a cabo, más por la presión mediática, que por iniciativa de las autoridades. Entonces, uno de los más graves desafíos es saber dónde dar los primeros pasos para lograr esta ansiada independencia (mental y cultural). Atendiendo a los muchos casos de países que han logrado un desarrollo sostenible, sabemos que todos ellos han apostado por reformar drásticamente la educación. Pero estos cambios no son a corto plazo. Esto significa preparar a los niños y a los jóvenes de hoy, quienes deben darle sostenibilidad a las reformas que nos vayan convirtiendo en una nación autónoma y próspera. En estas fiestas patrias está muy bien entonar con fervor el himno nacional y portar una escarapela en el pecho. Pero más importante que ello es ofrendarle a la patria nuestro deseo de superación y el esfuerzo por enrumbarla hacia el desarrollo.