Quizá ésta ha sido una constante en mi vida de cibernauta. La de buscador incansable de afecto en donde no he debido buscar...

Tenía entonces veinte años y había aún pocas cabinas de internet y me gastaba mucho dinero en alquilar horas y horas en el chat. Ya no recuerdo su nombre. Era bonito igual que ella. Todos los días le enviaba pequeños versos por lo que me bautizó con el inmerecido apelativo de "mi poeta". Era argentina y se moría por conocerme por foto. Pasaron varios meses antes que me anime a enviarle una. Pero antes hubo cosas enternecedoras. Días antes de navidad le había hecho una linda tarjeta virtual con la más bella dedicatoria que he podido crear. El 24 en la tarde llegué para ver si la había visto. Me contó que había alcanzado a leerla antes de que la lleven al hospital porque se había puesto malita y pasaría las fiestas en cama. Su cartita me entristeció mucho. Hubiese querido estar a su lado para decirle cosas bonitas y hacerla reír. Caminé cabizbajo por las calles de Piura y con las justas pude disimular mi pena en la cena de noche buena. Todos los días siguientes le escribía cosas bellas y ella me respondía encantada. Todo parecía indicar que se había enamorado de mi (¡que ingenuo!). Después de unas semanas mejoró y volvió a su casa sólo para insistir que le envié una foto que se moría de ganas por conocerme. Bueno. Escanee una foto de estudiante tamaño carnet pensando que era la mejor que tenía y se la envié. Ese fue el comienzo del fin. Días después recibí un frío comentario que sólo decía "pero que tan serio que te ves...".

Le seguí enviando mis mejores poemas y ya no me respondía o lo hacía muy escuetamente. Hasta que un día, sin explicación alguna, me eliminó de sus contactos. Tardé unos días en comprender que se había decepcionado de mi cara. Sus palabras debieron ser "pero que tan feo que te ves...". Aunque me dejó mal por varios meses, más pudo el vicio y meses después ya estaba buscando otra chica virtual, pero jamás volví A ENVIAR UNA FOTO...