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JAVIER DIEZ CANSECO. LA CONSECUENCIA HECHA POLÍTICA

Publicado: 2013-04-24

Por: Billy Crisanto Seminario

Comencé a seguir (y admirar) a Javier Diez Canseco (JDC) a partir de las tundas intelectuales, que propinaba a cuanto oponente se le ponía al frente para polemizar. Sin ser un académico, su agudeza política y su efectivo  razonamiento hacían que casi siempre deje mal parado a sus adversarios. Algunas veces el nivel de éstos no estaba a su altura, pero había unos pocos que sí daban batalla. Era en estos últimos casos cuando su dialéctica argumentativa se lucía. También me gustaba escuchar sus intervenciones en el Congreso cuando se interpelaba a algún ministro aprista o fujimorista. Su estilo, a veces jacobino, pero sólidamente fundado, convertía a ese aburrido recinto en un pugilato de opiniones.

Fue así como decidí conocerlo. Ocurrió en uno de mis primeros viajes a Lima,  a inicios del fujimorato. Su oficina estaba en la Plaza Bolognesi (si la memoria me es fiel). Era yo un muchacho egresado de secundaria que apenas comenzaba a escribir e interesado vivamente en la política. Cuando supo que venía de Piura, me recibió personalmente y conversamos por cerca de una hora sobre la difícil situación de nuestro país. Varias personas lo esperaban en el pasadizo, la mayoría humildes y  probablemente en busca de apoyo. Seguí manteniendo contacto con él y eso me sirvió para hacer de enlace con unos amigos de la Escuela de Derecho de la UNP que deseaban traerlo para un evento. El procedimiento fue sencillo. Hablamos por teléfono y pactamos su presentación para una fecha determinada. Donde sí hubo problemas fue con los auspiciadores. Pocos fueron los que aceptaron apuntarse. No los culpaba. Eran tiempos de la omnipotencia de Montesinos y sus chivatos estaban infiltrados en lugares claves como para enterarse de todo.

Luego de su presentación en el evento conversamos largo y tendido. Había madurado un poco su ímpetu revolucionario. Eran épocas muy difíciles. La barbarie senderista y la indiscriminada represión fuji montesinista estaban a punto de militarizar el Perú. El tristemente célebre grupo Colina era sólo la punta del iceberg de una  corrupta tiranía. Entonces había que sacar a Fujimori y a sus secuaces del poder y eso no era nada fácil. Al respecto recuerdo una anécdota que pintó de cuerpo entero el estilo de JDC. Se trató de un amago de polémica con un muchacho de las bases izquierdistas piuranas. Éste le increpaba con vehemencia apoyar a Toledo en la coalición anti re reelección de Fujimori. Lejos de perder los papeles, lo escuchó pacientemente, le explicó el escenario con los pros y los contras, y sobre todo respetó las ideas del rebelde adolescente.

Ese día conocimos el lado humano del implacable luchador político. También ese día se consolidó en mí la convicción de que se puede entrar en el fangoso terreno político sin perder los principios y la honestidad. Esa noche (la del evento), terminamos en una pollería (junto a los amigos de Derecho y de Comunicación de la UNP conversando con JDC y bromeando sobre las torpezas de los defensores del fuji montesinismo. Pensé enrolarme a su partido en Piura, e incluso estuve asistiendo a sus reuniones, pero más pudo mi pasión por escribir y publicar en la prensa local. Pasada la media noche lo fuimos a dejar a su hotel. A esa hora lo seguían esperando pedidos de ayuda de diferente tipo y no se fue a dormir hasta terminar de atender a todos.

La semblanza anterior puede parecer tardía y además exagerada, pero es real y sincera. Hoy JDC sufre de un cáncer que amenaza su vida, pero no su coraje. No obstante, lo más importante es que pasará a la historia como uno de los pocos políticos consecuentes de nuestro país. La estereotipada imagen del tipo radical y conflictivo “anti todo” es hoy apenas una banal sombra cuando sus cualidades se reconocen en todo el país. Leí hace unos días que hasta la bancada fujimorista pedía la suspensión de su “castigo” en el Congreso. La conciencia debe quemar fuerte. En efecto, la vendetta de la que hoy es víctima por un desacreditado parlamento, no hace sino condecorar su larga y batalladora trayectoria.

Quizá lo que más vamos a lamentar es que se nos esté marchando uno de los últimos de esa élite de políticos agudos y honestos que muy poco se replican. Desde Haya de la Torre hasta Alfonso Barrantes, pasando por Luis Alberto Sánchez y Jorge del Prado;  todos han tenido en común su consecuencia ideológica. Así mismo, es ejemplar en ellos el hecho de  haber terminado con el mismo patrimonio con el que ingresaron a la política. Esto es doblemente meritorio en un país donde esta actividad se ha convertido en un medio para enriquecerse.  Quizá también estas glosas le parezcan a alguien parte de la muy peruana sobre valoración de quien está llegando al final de sus días. Debo aclarar entonces que sólo se trata del reconocimiento, subjetivo pero auténtico, a un peruano con quien se puede discrepar, pero no poner en duda su estoica y pedagógica vida política.

Por: Billy Crisanto Seminario

Comencé a seguir (y admirar) a Javier Diez Canseco (JDC) a partir de las tundas intelectuales, que propinaba a cuanto oponente se le ponía al frente para polemizar. Sin ser un académico, su agudeza política y su efectivo  razonamiento hacían que casi siempre deje mal parado a sus adversarios. Algunas veces el nivel de éstos no estaba a su altura, pero había unos pocos que sí daban batalla. Era en estos últimos casos cuando su dialéctica argumentativa se lucía. También me gustaba escuchar sus intervenciones en el Congreso cuando se interpelaba a algún ministro aprista o fujimorista. Su estilo, a veces jacobino, pero sólidamente fundado, convertía a ese aburrido recinto en un pugilato de opiniones.

Fue así como decidí conocerlo. Ocurrió en uno de mis primeros viajes a Lima,  a inicios del fujimorato. Su oficina estaba en la Plaza Bolognesi (si la memoria me es fiel). Era yo un muchacho egresado de secundaria que apenas comenzaba a escribir e interesado vivamente en la política. Cuando supo que venía de Piura, me recibió personalmente y conversamos por cerca de una hora sobre la difícil situación de nuestro país. Varias personas lo esperaban en el pasadizo, la mayoría humildes y  probablemente en busca de apoyo. Seguí manteniendo contacto con él y eso me sirvió para hacer de enlace con unos amigos de la Escuela de Derecho de la UNP que deseaban traerlo para un evento. El procedimiento fue sencillo. Hablamos por teléfono y pactamos su presentación para una fecha determinada. Donde sí hubo problemas fue con los auspiciadores. Pocos fueron los que aceptaron apuntarse. No los culpaba. Eran tiempos de la omnipotencia de Montesinos y sus chivatos estaban infiltrados en lugares claves como para enterarse de todo.

Luego de su presentación en el evento conversamos largo y tendido. Había madurado un poco su ímpetu revolucionario. Eran épocas muy difíciles. La barbarie senderista y la indiscriminada represión fuji montesinista estaban a punto de militarizar el Perú. El tristemente célebre grupo Colina era sólo la punta del iceberg de una  corrupta tiranía. Entonces había que sacar a Fujimori y a sus secuaces del poder y eso no era nada fácil. Al respecto recuerdo una anécdota que pintó de cuerpo entero el estilo de JDC. Se trató de un amago de polémica con un muchacho de las bases izquierdistas piuranas. Éste le increpaba con vehemencia apoyar a Toledo en la coalición anti re reelección de Fujimori. Lejos de perder los papeles, lo escuchó pacientemente, le explicó el escenario con los pros y los contras, y sobre todo respetó las ideas del rebelde adolescente.

Ese día conocimos el lado humano del implacable luchador político. También ese día se consolidó en mí la convicción de que se puede entrar en el fangoso terreno político sin perder los principios y la honestidad. Esa noche (la del evento), terminamos en una pollería (junto a los amigos de Derecho y de Comunicación de la UNP conversando con JDC y bromeando sobre las torpezas de los defensores del fuji montesinismo. Pensé enrolarme a su partido en Piura, e incluso estuve asistiendo a sus reuniones, pero más pudo mi pasión por escribir y publicar en la prensa local. Pasada la media noche lo fuimos a dejar a su hotel. A esa hora lo seguían esperando pedidos de ayuda de diferente tipo y no se fue a dormir hasta terminar de atender a todos.

La semblanza anterior puede parecer tardía y además exagerada, pero es real y sincera. Hoy JDC sufre de un cáncer que amenaza su vida, pero no su coraje. No obstante, lo más importante es que pasará a la historia como uno de los pocos políticos consecuentes de nuestro país. La estereotipada imagen del tipo radical y conflictivo “anti todo” es hoy apenas una banal sombra cuando sus cualidades se reconocen en todo el país. Leí hace unos días que hasta la bancada fujimorista pedía la suspensión de su “castigo” en el Congreso. La conciencia debe quemar fuerte. En efecto, la vendetta de la que hoy es víctima por un desacreditado parlamento, no hace sino condecorar su larga y batalladora trayectoria.

Quizá lo que más vamos a lamentar es que se nos esté marchando uno de los últimos de esa élite de políticos agudos y honestos que muy poco se replican. Desde Haya de la Torre hasta Alfonso Barrantes, pasando por Luis Alberto Sánchez y Jorge del Prado;  todos han tenido en común su consecuencia ideológica. Así mismo, es ejemplar en ellos el hecho de  haber terminado con el mismo patrimonio con el que ingresaron a la política. Esto es doblemente meritorio en un país donde esta actividad se ha convertido en un medio para enriquecerse.  Quizá también estas glosas le parezcan a alguien parte de la muy peruana sobre valoración de quien está llegando al final de sus días. Debo aclarar entonces que sólo se trata del reconocimiento, subjetivo pero auténtico, a un peruano con quien se puede discrepar, pero no poner en duda su estoica y pedagógica vida política.


Escrito por

Billy Crisanto Seminario

Buscador incansable de la verdad. Temperamental y apasionado. Deprimido a ratos, sin embargo me llena de dicha contemplar las estrellas. Cuando me siento mal vuelo al mundo de la fantasía donde encuentro a mi musa a quien colmo de amor y luego...simplemente es


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marginal777

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