Por: Billy Crisanto Seminario

En estos meses cada gobierno regional (G. R.) transfiere las partidas para que las instituciones educativas realicen las construcciones y refacciones necesarias. En muchas de éstas, los directores se limitan al pintado de aulas, dejando de lados obras urgentes e indispensables. Considerando que buena parte del presupuesto de algunos G. R. retornan al tesoro público, sería muy útil que se busquen mecanismos para ampliar la inversión a otras esferas que busquen mejorar la calidad educativa.

Veamos, una de las debilidades de nuestro sistema es la remuneración docente, la cual está amarrada a las deficiencias en su formación. Esto genera un círculo vicioso, pues sus bajos sueldos les impiden pagarse una maestría que incrementaría la posibilidad de elevar sus ingresos, y mejoraría la calidad de su práctica pedagógica. Esta realidad podría ser mejorada por el Estado, si buena parte del presupuesto de cada G.R. se asignara a financiar estudios de post grado (diplomados, maestrías, doctorados) – ya existe una experiencia exitosa en el G. R. del Callao –. Bajo un principio de justicia, estas becas tendrían que otorgarse vía concurso de conocimientos y evaluación curricular. Así mismo se otorgarían con la condición de que una vez graduados, implementen y ejecuten programas de actualización para sus colegas.

La refacción y pintado de aulas y de mobiliario son necesarios, sin embargo, hay que considerar que muchas veces son los propios alumnos quienes malogran sus carpetas y pintan las paredes de sus aulas. Contrariamente en otras I. E., e incluso en otros grados y secciones del la misma I. E., los alumnos y docentes cuidan sus ambientes. Además de la formación que traen de su casa, un factor decisivo para inculcar en los estudiantes hábitos de higiene, de orden y de valoración de sus bienes, es el profesor. Está suficientemente comprobado que buenos docentes producen buenos alumnos (que entre otras cosas no deterioran sus aulas ni sus carpetas). Entonces, la capacitación del maestro debe plasmarse en una mejora significativa en la práctica de valores y de actitudes de los niños y jóvenes.

Precisamente, debe existir una relativa garantía de que los recursos que invierte el Estado producirán los frutos deseados. Consecuentemente,  los docentes que han sido beneficiados con becas tienen que ser objeto de un monitoreo, junto con sus alumnos, para evaluar sus mejoras. En el marco de una ley que enarbola las banderas de la meritocracia encaja perfectamente la inversión en uno de los más importantes agentes de la educación como es el maestro. Lo importante es que, además de sus mejoras salariales, sienta que su trabajo es valorado.

Finalmente hay que exigir a los gobiernos regionales en este caso, que las cosas se realicen con la mayor transparencia posible. Así como la selección de docentes postulantes a una beca debe ser transparente, lo mismo debe suceder con el Estado para escoger a las universidades vía  concurso público. Eso significa que la casa de estudios superiores que brinde la mejor calidad a un precio accesible, será concesionada para formar a los maestros que lo merecen. Insisto, esto no supone olvidarse de dar mantenimiento a las instituciones educativas. De lo que se trata es de utilizar de manera creativa los recursos que irresponsablemente cada fin de año deben  devolverse al fisco. Esto se llama dar eficiencia al gasto y debe aplicarse a los demás sectores públicos.