Por: Billy Crisanto Seminario

El 8 de marzo de cada año ha sido establecido por la ONU como el Día Internacional de la Mujer. Se trata de rendirle homenaje a la lucha de las mujeres en todo el mundo por su participación, en condiciones de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. En un país como el nuestro, donde el machismo sigue siendo uno de los lastres sociales es necesario reflexionar sobre uno de los grupos con mayores desventajas para realizarse en todos los planos de la persona. Me refiero a las madres solteras.

En efecto, cuantas veces, hombres y mujeres, estigmatizamos (injusta e hipócritamente),   a la mujer abandonada con un niño a cuestas. Debido a la complejidad de la vida, el tema trasciende lo afectivo. Por ejemplo, alude al incremento de la maternidad precoz o adolescente en nuestro medio, como consecuencia de la falta de orientación en aspectos afectivos y sexuales, Pero como los tiempos cambian, muchas de estas jóvenes madres, anhelan retomar sus metas - volver a estudiar o a trabajar - y salir adelante.

Sin embargo y a pesar de todo, los prejuicios sociales ponen trabas. Una de éstas es la nefasta cosificación sexual de la mujer que afecta mucho a estas jóvenes. Seré crudamente explícito para entendernos. Sucede que muchos hombres, con una calamitosa vida familiar e inferiores valores morales, ven en ellas la oportunidad para la ansiada aventura amorosa, por la estúpida percepción de que, como “ya han probado el sexo”, están ávidas por repetirlo con el primer “semental” que se presente.

Lo anterior demuestra que la mayoría de estos “machos”, desconoce que la sexualidad de la mujer es mucho más holística o integral. Dicho en cristiano, no suelen concebir el sexo, separado del afecto. Consecuentemente, la “vergonzosa” abstinencia masculina, no significa ningún problema para ellas; y mucho más aún si consideramos, la sublimación de toda su pulsión sexual hacía el cuidado y amor de sus vástagos.

A lo largo de la vida he conocido a muchas madres solteras de una ejemplar madurez – los golpes enseñan – producto de aprender a discriminar y a valorar a las personas,  y a la existencia misma. El deber de educar a sus niños, forma en ellas actitudes muy humanas y responsables. Obviamente hay excepciones, pero éstas confirman precisamente la regla sobre lo que escribo. En una sociedad tan prejuiciosa  es un doble mérito que estas jovencitas, sequen sus lágrimas y se den, a costa de perseverancia, una segunda oportunidad.

No creo equivocarme si, dejando de lado arcaicos e hipócritas estereotipos, además de la formación preventiva, les abrimos la escuela (en especial las que se dicen cristianas) a las jóvenes que truncaron su secundaria. En las instituciones superiores, se ha avanzado mucho y, en la mayoría de los casos, son competentes estudiantes. Cultivan la resiliencia, que es la capacidad para convertir las carencias, los reveses y las dificultades en la energía que impulsa hacia el éxito personal.

A diferencia de lo que pensamos, la mujer es mucho más resistente que el hombre. Ejemplo de ello son las madres que forman comedores populares para alimentar a sus hijos, mientras sus esposos, parasitariamente caen en la ociosidad, e incluso en el alcoholismo y en la delincuencia. Consecuentemente, insisto, se debe trabajar en la desestigmatización de las madres solteras. Así mismo, se debe trabajar más radicalmente el cultivo y desarrollo resiliente en escuelas y hogares para propiciar la madurez y la autonomía de la mujer. En una cultura tan machista como la nuestra es fundamental impulsarla hacia su realización familiar, profesional y/o laboral.  Verbigracia, practicar con ellas una discriminación positiva.