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Disfrutando

SHANINA Y LA LUNA (Parte III)

Publicado: 2010-08-06

Hay una escena memorable en la película Casablanca. Humphrey Bogart abraza amorosamente a Ingrid Bergman. Ella está angustiada ante la disyuntiva de seguir los dictados de su corazón y quedarse con Rick (Bogart), o ser fiel a su esposo Victor Laszlo hacia quien siente la más elevada gratitud. Es entonces cuando Bogart pronuncia estas célebres palabras: “Confía en mí, Deja que yo piense por los dos”. Kill Bill quiso emular a su actor favorito cuando Shanina le dijo que debía optar entre dejarse llevar  por  su amor hacía él, o intentar, una vez más, salvar su matrimonio. Lo último suponía perdonar la infidelidad de su esposo a quien aún amaba, y así  después no arrepentirse de no haber agotado los intentos.

Kill Bill sabe que en esta historia alguien tiene que perder. Es consciente que llegará el día en que Shanina tendrá que decidir entre materializar su idílico e etéreo amor, o volver con su cónyuge y reconstruir su vida. Decide entonces apelar al altruismo que todos llevamos dentro y dejar que su amada regrese con su esposo. Sabe que puede perderla para siempre y sumirse en el dolor, pero también sabe que es peor vivir con algún remordimiento en el futuro. Ella, por su parte no quiere perderlo para siempre. Siente que algo nuevo y hermoso ha florecido en su corazón y se resiste a renunciar a él.

Nada es totalmente seguro, pero Kill Bill alcanza a ver que es muy probable que esté asistiendo a la despedida del más grande amor de su existencia. Por ello propone una despedida inolvidable. Uno de los dos viajará para encontrarse, conocerse personalmente, y luego decirse adiós. Será el más grandioso final, como aquellos de las películas que tanto le gustaban. Prepara las cosas minuciosamente para el encuentro. Será un fin de semana de playa teniendo al mar como romántico cómplice.

Lo ultiman todo en sus citas finales en el facebook intentando mantener alejada la melancolía del adiós. Entre bromas, palabras de aliento, poemas y canciones se preparan para el gran evento, y llega el día. Él la espera en la agencia sintiendo que su corazón va a estallar de emoción. La reconoce en cuanto baja del carro y por primera vez, y sin importarles la gente, se dan el prometido y postergado abrazo de bienvenida. Le entrega las rosas rojas que acaba de comprar y ella casi llorando de alegría lo abraza más. Les parece increíble estar por fin juntos. Caminan unas cuadras hasta tomar el bus que los llevarán a la playa. No sienten el trayecto del viaje de tanto conversar, reír y escuchar música que él ha grabado para ella.

Arriban a la playa e inmediatamente se dirigen al hospedaje. Toman una refrescante ducha y se preparan para ir a contemplar el ocaso frente al mar. Llegan justo cuando el sol se refleja en el mar entre amarillo y naranja. Caminan embelesados por la arena dejando que el agua moje sus pies. Ella dice sentir frío y él la abraza tiernamente. Sienten que en ese momento sólo existen ellos dos y el mar. Casi pierden la noción de la realidad y sólo escuchan los latidos de su corazón acompañados por el relajante sonido de las olas.

Se tumban en la arena cuando el sol casi agoniza en el horizonte. La brisa se torna fría y tienen que abrigarse aún más. Se estrechan fuertemente y sucede lo tantas veces vivido en la dimensión de la fantasía. Su piel se une casi desesperadamente, la mitad por el frío y la mitad por amor. Se besan, primero suavemente y luego casi con desesperación. La noche  y la luna de Shanina más radiante que nunca, los encuentra entrelazados como si no quisieran que exista un espacio entre ellos. Se aproxima el sagrado momento de entregarse por completo y hacerse suyos el uno al otro.

Es difícil describir estos instantes de tan elevada felicidad. Sólo diré que, mientras el mar cantaba para ellos,  ninguna parte de su piel fue ajena a la más dulce y ardiente caricia que se pueden prodigar dos amantes. Era la primera vez que intimaban y sin embargo sus cuerpos se entendían tan perfectamente que no eran necesarias las palabras. Tan maravilloso era ese momento que por ratos sentían que sí existía el cielo, eso era lo que más se le podía parecer. Todo fue divino esa noche.

Caminaron, rieron, volvieron a hacer el amor. Llegaron a la habitación del hotel comieron, bebieron champagne haciendo mil conjuros por tan maravilloso encuentro. Esa noche olvidaron el mundo. Se durmieron abrazados escuchando suave baladas, sin recordar que ella tenía que partir  (a él le dolía decirlo) para intentar reiniciar su vida de casada. No relataré las cosas cotidianas o tramitarías del viaje de regreso. Sólo recordaré sus últimas palabras. Igual que en Casablanca, Shanina dijo que ya no deseaba separarse  nunca de él. Kill Bill le recordó que habían acordado que él sería quien piense lo mejor para los dos. Cumplamos lo pactado le enfatizó. Ve y otórgate la última oportunidad. ¿Y nosotros? Preguntó ella. Y al mejor estilo de Casablanca, él  le respondió: “Para nosotros quedarán los recuerdos de la playa, eso nadie nos lo arrebatará”. Ella tomo el carro de regreso más triste y más confundida que nunca…


Escrito por

Billy Crisanto Seminario

Buscador incansable de la verdad. Temperamental y apasionado. Deprimido a ratos, sin embargo me llena de dicha contemplar las estrellas. Cuando me siento mal vuelo al mundo de la fantasía donde encuentro a mi musa a quien colmo de amor y luego...simplemente es


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marginal777

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